jueves, 22 de junio de 2006

Rockola - Minificciones

ROCKOLA
Carlos Alberto Zea

Por ejemplo cuando se escuchaba la voz de Axel y vibraba la guitarra de Slash y la gente se quedaba en las mesas, él y Lucy, desde la barra, se entretenían mirando los gestos de las parejas, intentando deducir lo que hablaban. Pero si alguien ponía música bailable y se llenaba la pista, ellos no eran la excepción y volvían a los pasos aprendidos de memoria, que diez años de unión libre había hecho posibles. Si por el contrario el que cantaba era Darío Gómez, y la gente repetía a voz en cuello el tema, ellos se miraban y reían porque nunca pensaron que después de tanto tiempo juntos una mala letra les fuera a tocar. Hasta que llegaron ellos y empezaron por los vallenatos románticos y siguieron con las baladas americanas, mientras hacían amistad con él y Lucy, y pronto se les vió en la misma mesa, bebiendo, conversando, riendo, sin demorar el cambio y terminar bailando lo que ponían, ya no ellos, sino entre ellos, hasta intercambiar pasos y memorizar nuevas coreografías, y acabar en la complicidad, primero hablando de los demás para reírse de algo y no aburrirse en el bar, y luego contándose la vida, sin pensar que ahora ellos se convertían en blanco de los clientes que tomaban partido por una u otra pareja, intercambiándolas también, sin saber quién vivía con quién. Nadie se dio cuenta de lo que fue sucediendo, y es que sin pensar ni querer fue pasando que se enamoraron otra vez, al tiempo que se desenamoraban y no había cabida para el engaño o la traición, siempre que hubiera compañía. Hasta que un mal día uno de ellos se cansó y quedaron tres y sobró uno; aquel que se quedó solo y que ponía las canciones de despecho que antes no eran suyas, y que luego cuando bailaban los veía, a él y a Lucy, en la pista, desde la mesa, sin tener a nadie con quien hablar, beber, o reír.

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