lunes, 5 de junio de 2006

Vértigo Triple Equis - Relatos Eróticos

VERTIGO TRIPLE EQUIS
Alex Acevedo

Por las tardes subían a los tanques del agua del conjunto residencial, sobre el techo. Ella se complicaba el ascenso con unos extravagantes zapatos dorados, doce centímetros de tacón de aguja; él trataba de ocultar su identidad vistiendo una bata de laboratorio y unas gafas oscuras que lo asemejaban al hombre mosca. Gemían con desvergüenza, sus siluetas dejaban marcadas en el aire las acrobacias que improvisaban. Uno intuía que la boca de ella era un estanque lleno de peces emplumados, y que por tanto la vistosa felación que ella le practicaba, apoyada contra la antena comunal, habría de ser lo más parecido a meter uno su miembro en un tarro de jalea real. También, a qué negarlo, parecía como si la lengua de él fungiera de sutil arco voltaico cuando le repasaba los pezones, las costillas, los tobillos, o sencillamente cuando se entregaba pertinaz a la tarea de barrer su vulva. Luego retozaban al sol como si nada, delante de ciento veinticinco apartamentos, embadurnados en sus propios fluidos.

Pero esta tarde una anciana miope del 702 se decidió por fin a llamar a los bomberos. Un enjambre de vecinos se arremolinó en torno al camión con la escalera desplegada, todos con los ojos puestos en las alturas, esperando que los bajaran.

Aquí estamos hace veinte minutos, y todavía nada. Una nube de murmuraciones amplifica la profundidad de la espera. Unos vecinos con imaginación explosiva dicen que a lo mejor los bomberos estarán aprovechando la ocasión para liberar sus instintos onanistas, dejando en libertad sus mangueras. Otros suponen algo más natural, que ella, desnuda en sus tacones, está al borde de la cornisa y amenaza lanzarse abajo si se le acercan un paso más. Los demás, simplemente esperamos, sin parpadear, callados, como unas estatuas de sal, de mármol de Carrara, ahí, pendientes de este desenlace.

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