jueves, 22 de junio de 2006

San Pámelo Bendito - Minificciones

SAN PÁMELO BENDITO
Jesús Delgado

Nació como un arcángel de madera en la imaginación retorcida del creador, que en su taller medieval le dio rasgos andróginos y una lanza empuñada como un falo. Pecaminosos pliegues de su túnica dejan ver unas piernas que pueden ser de corista o de futbolista. Tiene cabello largo, cuerpo masculino y porte de mujer. Marconio Arrechea, quien lo descubrió en una vieja iglesia, aprovechaba cada visita al templo para mirar las piernas de este perturbador arcángel, tan parecidas a las de Pámela Anderson que decidió llamarlo Pámelo. A él encomendaba sus cuitas y aberraciones.

Cansado Pámelo de tanta miradera y tanta veladora de Marconio, decidió darle una lección. Aprovechando que la humedad ambiente y el calor de las veladoras habían suministrado a sus células de madera un movimiento mínimo de tensión y distensión, aflojó su estructura interna y cayó sobre el devoto.

Pero este severo golpe celestial fue tomado por Marconio como un golpe de suerte, y en la penumbra de la solitaria iglesia lo acarició emocionado. Se escondió con él en un confesionario y pasada la media noche salió en silencio con su pecado al hombro. Enamorado de este regalo desde lo Altísimo, el desviado Marconio taladró entre las angelicales nalgas su conducto al paraíso.

Pero un día, mientras elevaba su devoción por el trasero del hermoso Pámelo, irrumpió su vecino el señor Ortiz y cayó de rodillas al percibir en la cara del ángel una beatífica sonrisa nunca antes vista. Tras él, Marconio también mostraba signos de permanecer en trance.

Multitudes acudieron a ver el milagro del mohín celestial. Nadie sabía que Marconio, tras el altar y oculto por un telón dorado de arabescos y palomas, al humedecer el sagrado canal e introducirle su negro pájaro, causaba cierta distorsión en el semblante de la imagen. Muchos, exagerados, creyeron ver lágrimas de savia cuando a veces la efigie se sacudía presa del amor divino.

Poco a poco, las romerías a la casa de Marconio exigieron ampliaciones para que despechados, alucinados y pervertidos -que lo eligieron su santo patrono- pudieran encomendarse a San Pámelo bendito, como empezaron a llamarlo. Tras la muerte de Marconio el santo dejó de sonreír, pero su culto ha crecido.

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